sábado, 29 de mayo de 2010

La oración del dirigente en el MCC (1)


Elva Sánchez de Cáceda
Una vez que hemos iniciado nuestra conversión en el Cursillo, somos dirigentes. El MCC nos acoge y nos da la oportunidad de formarnos, llega el día que el Señor nos llama a realizar un trabajo especial en el Movimiento, es decir, nos invita a ser sus queridos instrumentos.
IFMCC (1) en el numeral 252, nos orienta a los dirigentes del MCC: El dirigente del Cursillo, instrumento en manos del Espíritu Santo, es el agente principal de la evangelización… “No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo”. Pensaremos, ¡Qué alivio Señor! Porque quiero amarte más, trabajar para Ti, pero tengo miedo no hacerlo bien, gracias porque no estoy solo, el Espíritu me conducirá.
Y así, IFMCC en el numeral 253 nos dice: El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Él es quien: a) “actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por Él”; b) “pone en sus labios lo que por sí solo no podrá hallar”; c) “explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio”; y d) “predispone al alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva”.
El Padre Pedro Gasparotto (2) relata que todo dirigente debe estar profundamente convencido de dos leyes fundamentales de la vida en gracia: a) Sin mí no podéis hacer nada (Jn 15,5) y b) Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Como dirigentes, vemos la importancia de vivir en gracia de Dios, así mismo nos infunde gran confianza saber que Jesús nos acompañará en el caminar de nuestro Cuarto Día.
IFMCC nos continúa orientando, así en el numeral 252, dice: La principal actitud del evangelizador es caer interiormente de rodillas, profundizar en un sentido de humildad y, sabiéndose mero instrumento bajo la acción discreta del Espíritu, “invocar constantemente, con fe y fervor, al Espíritu Santo, y dejarse guiar prudentemente por Él, como inspirador decisivo de sus programas, de sus iniciativas, de su actividad evangelizadora”.
Les compartiré que en los Congresos de Oftalmología, algunos colegas pasaban diapositivas en las que se veía alguna dama, algo escasa de blusa, me incomodaba, pero a esta cabecita no se le ocurría como contrarrestar esto. Pero basta que uno desee hacer algo para mejorar sus ambientes, para que el Espíritu Santo nos salga al encuentro. Así, en un Congreso de Estrabismo, escuché a una colega mexicana, iniciar su conferencia, ante un auditorio de aproximadamente 400 personas, con la lectura de un versículo de la Biblia, seguida de una reflexión, que duró 3 minutos.
Se impuso un silencio majestuoso en la sala. Dije esto es la presencia del Espíritu Santo.¡Qué buena lección: Alabar a Dios en los ambientes de trabajo!

Le pedí a Jesús que me enseñe a alabarlo en mis ambientes. Dos meses después, llegó la oportunidad, me invitaron a participar en un Congreso en Lima. Ya se acercaba la fecha y yo no sabía qué iba a decir, le suplicaba Señor ¿qué voy a decirte? ¡Sóplame!

La víspera de viajar, encontré una oración de San Agustín, la leí, pensé esto estaría bien, pero ¿quién me hace una diapositiva a estas alturas? La descarté, me dije: ¡Ya el Señor me ayudará!

El día de la presentación alrededor de las 11 a. m. coloqué las diapositivas de la ponencia, todo estaba listo, según yo, y a pesar de que había tenido tan presente la intención de alabar a Dios, sencillamente me olvidé de lo ofrecido.

Me faltaba cerca de media hora para exponer, cuando de una manera repentina, dentro de mi cabeza me vi exponiendo el tema y diciendo al auditorio que San Agustín, fue profesor de retórica, quien con gran humildad le pedía a Dios:

"Señor enséñame lo que tengo que enseñar,
Enséñame lo que tengo que aprender,
Enséñame el conocimiento de tu voluntad
Y la sabiduría para ponerla en practica”

Y nosotros hoy, emulando a San Agustín le pediremos al Señor aprender lo siguiente: ...

Me quedé asombrada, el Espíritu Santo acababa de "soplarme" un modo de alabarlo. Percibí claramente que el Espíritu había intervenido en mi pobre vida, me había "soplado" lo que yo debía decir en la presentación. Llena de gratitud le agradecí al Señor. Y por supuesto que repetí en la charla lo que el Señor me había soplado.

En los pasillos los doctores querían que les repita lo que dijo San Agustín, en esta experiencia el Señor me enseñó a ser sal de la tierra y a percatarme de la sed de Dios, que tienen mis hermanos médicos.

Desde esa fecha, el Señor permite que lo alabe en mi ambiente profesional, y haga recordar el gran amor que Cristo -el Médico Celestial- tiene con los necesitados, enfermos, desesperados, y que Él, es el modelo que debemos seguir.

Fray Salmani (3) nos dice que en Jesús encontramos, el modelo perfecto de oración. Antes de cada decisión importante Jesús pasa tiempo a solas con el Padre. Antes de iniciar su ministerio público, sabemos que el Espíritu conduce a Jesús al desierto y allí pasa cuarenta días. Antes de escoger a los Doce, Jesús ora. Antes de emprender el camino al Calvario, Jesús ora. En Lc 6,12, la oración de Jesús al Padre se describe como un estar “en comunión” con Dios. La oración no es para nuestra satisfacción personal, es una fuente poderosa de acción.
Continua diciéndonos Fray Salmani, que la oración debe nutrir a otros a través del testimonio apostólico de nuestra vida y nuestros esfuerzos evangelizadores. En el Huerto de Getsemaní, Jesús ora y pide la fuerza necesaria para poder llevar a cabo su sacrificio supremo en la cruz. David ora para poder llevar a cabo sus tareas como un buen siervo de Dios. Pablo ora para que el poder de Dios lo ayude a él y a nosotros a hacer lo que es justo y a vivir rectamente.
En “El alma de todo apostolado”, Dom Chautard (4) refiere que el apostolado es un gran acto de amor hecho por Dios y por el prójimo y que si cooperamos con el Señor seremos represas que desbordan el Amor de Dios. Recibimos el desbordamiento de su plenitud, sin que nunca lleguemos a agotarlo. San Juan nos dice en Jn1,16, “Pues de su plenitud hemos recibido toda gracia, gracia por gracia”. En vano pretenderemos dar a los demás si dejamos de recibir esta plenitud. Por el contrario, si la luz del Señor inunda nuestra inteligencia, si su amor abraza nuestro corazón, podremos iluminar y calentar a los demás. Podremos decir con San Juan: “Lo que hemos visto y oído, se lo anunciamos, para que ustedes también estén en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo…” (1Jn 1,3-4). Todo apostolado debe ser una comunión con Dios y un anuncio de alegría.
Dios se hace oír, de una manera que pasa por nuestro corazón profundo. “Me buscarán y me hallarán, porque me habrán buscado de todo corazón. Y yo me dejaré encontrar por ustedes” (Jr 29, 13-14). Santa Teresa de Ávila dice: ¿Creen que Él se calla puesto que no lo escuchamos? Ciertamente, no. Él habla al corazón cuando es el corazón el que ora (5).
El itinerario de nuestra conversión progresiva nos lo trazó Jesús “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga”. Pues bien, para negarnos a nosotros, tenemos que luchar con nuestro orgullo, soberbia, y clamar al Señor que nos haga morir a nuestros pecados y tendencias y nos regale un corazón humilde. Nos ayuda a aprender a cargar nuestra cruz, al tener la vivencia que Jesús se sacrificó por nosotros, se complicó la vida, porque nos ama, como sólo un Dios sabe Amar. El Maestro nos enseñará los caminos de la fortaleza y la alegría para afrontarlos, y nosotros como sus alumnos predilectos descubriremos que nuestras cruces son más livianas y aprenderemos a abandonarnos a la voluntad de Dios y experimentaremos que Dios saca bien del mal. Y así más livianos, desprendidos de tantos apegos, caminaremos gozosamente, codo a codo con Él.
Con los dones del Espíritu Santo el alma se abandona a Él para que tome la iniciativa y la guíe a una suma perfección: se entra en un nivel superior , que se llama vida mística. Para eso se necesita mucha pureza espiritual: el abandono completo incluso de los pecados veniales; y una gran docilidad a lo que el Espíritu pida o disponga, aceptando generosamente sufrir y llevar la Cruz por él y con Él.
La invocación cotidiana de la Virgen María, modelo perfecto de todos los seglares activos alrededor de Jesús, le asegura al dirigente su afán para orar, su materna intercesión y bendición en todos sus esfuerzos apostólicos (2).
Recordemos que nos fortaleceremos en la vida espiritual con la oración, los sacramentos, que nos llevarán a la unión con Dios, y así decir algún día como nuestro Patrono Pablo: “Yo ya no vivo es Cristo, quien vive en mí” (Gal 2, 20).
Con Jesús, llenos de alegría e ilusión nos formaremos en la Reunión de Grupo, Ultreya, y Escuela. Los miembros de los Secretariados estudiaremos y realizaremos los compromisos adquiridos con la confianza que quien nos ha llamado es Dios, como llamó a Abraham, a Moisés, a Jeremías y, a nuestros hermanos iniciadores del MCC. Por otro lado, debemos dar lo recibido, Aparecida (6) menciona que es necesario que la comunidad diocesana, acoja la riqueza espiritual y apostólica de los movimientos, jugando un papel importante los movimientos que cuentan con el reconocimiento y discernimiento de la Santa Sede –como es el caso del MCC- considerados como dones y bienes para la Iglesia universal.
Fray Salmani refiere que siempre ha sido la preocupación del Movimiento de Cursillo tener buenos dirigentes para llevar a cabo el trabajo de Cristo. Y presenta esta hermosa oración del Dirigente:
Haz, Señor, que comprendamos la necesidad de que nuestra obra tenga más profundidad que superficie. Convéncenos de que los programas vistosos no constituyan el éxito.
Dios mío, multiplica las almas abnegadas que saben sacrificarlo todo a Tu Causa: su tiempo, sus facultades, su salud, y aún su vida, si ello es preciso; infúndeles audacia en las iniciativas, acierto en la elección de los medios y aquella tenacidad que, a despecho de los fracasos, asegura el triunfo.
Aleja de ellas las rivalidades mezquinas, las susceptibilidades, las vanidades, y las asperezas, todo cuanto distrae de la idea de Dios, todo cuanto divide y desalienta.
Conserva bien elevado el sentido de lo sobrenatural y muy efusiva la caridad mutua. Que cada cual busque con preferencia las tareas más ingratas y se alegre del bien realizado por los demás.
Que en todas esas almas, unidas para un fin común, haya una sola alma: ¡la Tuya, Jesús! Y que esta alma permita reconocer en todos los rostros Tu bondad atrayente, en todas las palabras Tu acento conmovedor, y en el conjunto de su obra algo que sea superior al mundo, algo que proclame Tu acción…. Amén.

¡DE COLORES!

REFERENCIAS
1. Ideas Fundamentales del MCC. Organismo Mundial de Cursillos de Cristiandad. 2a Redacción, 1990. 2a Edición Venezolana de la Edición Típica. Ed. Trípode, 1992, p.96.

2. P. Pedro Gasparotto. Les dije amigos. Meditaciones sobre lo fundamental cristiano. Tipografías Editoriales, México D. F. 1988, p. 132.
3. Fr. Frank S. Salmani. ¿A quién enviaré? Discerniendo la voluntad de Dios. Publicaciones Nacionales Ultreya, Dallas, Centro Nacional de Cursillos, USA, 2001, p. 10.

4. Dom Chautard. El alma de todo apostolado. Santiago de Chile, Foyer, 1981.p. 48, 78.
5. Padre Jacques. No le digo nada, solo lo amo. Ed. Bellarmin, San Pablo, 2004, p.58.

6. Aparecida. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, 1» Ed, Lima, Paulinas, 2007, p.158.


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